En agosto de 1910, en Dinamarca, cien mujeres socialistas de
distintos países europeos, realizaban su IIº Conferencia Internacional.
Debatían cómo conquistar el derecho al voto para las mujeres, la
protección social para las trabajadoras madres y sobre cuáles eran las
mejores medidas para establecer relaciones entre las socialistas de todo
el mundo. En esa conferencia se aprobó que luchar por la jornada de
trabajo de 8 horas, por las 16 semanas de licencia por maternidad y
otras medidas. Pero las delegadas alemanas hicieron una moción que fue
aprobada por unanimidad y pasó a la historia.
La resolución que presentaron Clara Zetkin y Kate Duncker decía:
“Según las organizaciones políticas y sindicales del proletariado, las
mujeres socialistas de todas las nacionalidades organizarán en sus
respectivos países un día especial de las mujeres, cuyo principal
objetivo será promover el derecho al voto de las mujeres. Será necesario
debatir esta propuesta con relación a la cuestión de la mujer a partir
de la perspectiva socialista. Esta conmemoración deberá tener un
carácter internacional y será necesario prepararla con mucho esmero.”
Los años siguientes, el Día Internacional de las Mujeres se celebró,
en diversos países, pero en distintas fechas. Recién en 1914, las
socialistas alemanas, rusas y suecas coincidieron en conmemorarlo el 8
de marzo.
Esa fecha fue, finalmente, la que quedó fijada en la historia como el
Día Internacional de las Mujeres, porque el 8 de marzo de 1917 (23 de
febrero en el antiguo calendario ruso), las trabajadoras rusas
conmemoraron su día, en medio de la Primera Guerra Mundial, con
manifestaciones, huelgas y motines por el pan, por la paz y contra el
régimen zarista: una chispa que dio inicio a la revolución con la que la
clase obrera conquistó el poder ocho meses más tarde, bajo la dirección
del Partido Bolchevique, de Lenin y Trotsky.
Hoy, 103 años después que Clara Zetkin propusiera a las socialistas
conmemorar el Día Internacional de las Mujeres, para todos los
revolucionarios –pero, particularmente, para las revolucionarias- sigue
en pie la misma tarea: colaborar en la organización de las trabajadoras
en la lucha por sus derechos y para que se incorporen a la lucha por la
revolución proletaria, única perspectiva realista para quien ansíe la
emancipación femenina y la liberación de la humanidad de todas las
cadenas de explotación y opresión que hoy la mantienen aprisionada, bajo
el orden capitalista.
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