En la noche del 27 al 28 de junio de 1969, en un barrio de Nueva York, travestis y homosexuales hartos de las razzias en bares y boliches, armaron barricadas y enfrentaron la represión policial. Esa jornada pasó a la historia con el nombre de “Batalla de Stonewall” y su conmemoración dio lugar al Día del Orgullo Gay, Lésbico, Travesti, Transexual y Bisexual (GLTTB) que se celebra en todo el mundo con marchas, desfiles y fiestas.
Con el telón de fondo de la Guerra de Vietnam, las movilizaciones obreras y estudiantiles del Mayo Francés, la Primavera de Praga y la emergencia de un movimiento feminista y afroamericano que reclamaban por sus derechos, los homosexuales no sólo desafiaron a las fuerzas represivas, sino que pusieron en cuestionamiento la opresión y discriminación de la que eran víctimas. Incluso, un sector minoritario del movimiento planteaba que el patriarcado establecía una alianza con el modo de producción capitalista y que, entonces, las luchas de liberación sexual debían ser inevitablemente anticapitalistas, para transformar la sociedad de raíz y acabar con la explotación y todas las formas de opresión.
Pero con el triunfo de la contraofensiva capitalista a nivel mundial, comandada por Ronald Reagan en los EE.UU. y Margaret Thatcher en Gran Bretaña, surgió también la “epidemia del SIDA”, que provocó una ola de pánico en el movimiento GLTTB al tiempo que alimentaba los prejuicios contra los homosexuales, acentuados desde los púlpitos, los medios de comunicación y los discursos pseudo-científicos. Muy pronto, aquellos que habían constituido el primer grupo de riesgo, cambiaron sus hábitos: desde las relaciones estables o la vida célibe hasta una mayor información, una alimentación y hábitos más saludables y más medidas de prevención. Proliferaron las organizaciones GLTTB que se preocuparon por la investigación, la difusión y la prevención o tratamiento del HIV-SIDA, logrando que muy pronto, la comunidad homosexual dejara de ser el grupo con mayor riesgo de contagio. Pero, al igual que el feminismo y otros movimientos sociales, los años siguientes asistieron a la reconversión del movimiento GLTTB en una “plétora de organizaciones no gubernamentales, perdiendo su filo más subversivo.” (1). Podemos hacer una analogía, salvando las distancias, con la descripción que hace la peruana Maruja Barrig sobre el movimiento feminista: “el mensaje fue decodificado, el discurso engullido aunque sin sus aristas más incómodas y los ‘grandes temas’, olvidados o en el mejor de los casos, tecnificados.” (2). Es que, mientras millones de trabajadoras y trabajadores quedaron excluidos –con las privatizaciones de las empresas públicas, los despidos masivos, el ataque a las conquistas del movimiento obrero-, en el movimiento GLTTB que había salido a la luz con las barricadas de Stonewall, empezaban a primar las tendencias que centraban sus reclamos en la integración y el reconocimiento. La justa lucha por ser reconocidos como ciudadanos con igualdad de derechos en esta sociedad, dejaba de estar acompañada de la crítica a esta misma sociedad basada en la explotación y la opresión de millones de seres humanos.
De manera muy desigual, en las democracias capitalistas se conquistaron algunos mínimos derechos (unión civil, matrimonio gay, despenalización de la homosexualidad, etc.), al tiempo que se fue generando un mercado “gay friendly” para homosexuales blancos, de clase media y altos ingresos, mientras lesbianas, gays, travestis y transexuales trabajadores, pobres, empujados a la prostitución o la desocupación siguen siendo víctimas de las más brutales formas de discriminación, perseguidos, golpeados y asesinados por las fuerzas represivas estatales, bandas fascistas o supuestos “respetables vecinos” que deciden “velar por la moral” por mano propia.
Cuarenta años después de Stonewall, la diversidad del movimiento GLTTB es enorme, aunque prevalecen la institucionalización y el posibilismo. Sin embargo, desde aquella batalla histórica, se “abrieron los armarios” para millones de seres humanos que, aún hoy –a pesar de algunos pequeños avances, en algunos pocos lugares del mundo- deben seguir peleando por su derecho a una existencia liberada de todas las formas de opresión.
(1) D’Atri, A. (2009): “A la búsqueda de un nuevo encuentro entre Feminismo y Socialismo: Con amplitud, pero también con estrategia” en Revista Venezolana de Estudios de la Mujer Nº 33, CLACSO - Universidad Central de Venezuela, Caracas.
(2) Barrig, M.: “Los malestares del feminismo latinoamericano: una nueva lectura”, ponencia presentada en el seminario Aspectos de Cooperación y Género en América Latina, ASDI, Managua, setiembre de 1994.
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