Nuevamente, el tratamiento de la ley de matrimonio gay quedó relegado. La maniobra kirchnerista de imponer debates que puedan romper la polarización “oficialismo vs. oposición”-como es éste que divide transversalmente a todos los bloques- se postergó ante la candente discusión por los DNU. Mientras tanto, el debate continúa en diarios y TV y, contra una opinión pública que cada vez más aprueba el matrimonio gay, las recalcitrantes voces minoritarias opositoras se elevan en marchas y argumentos anacrónicos.
Chupacirios recargados
Los obispos exhortaron a rezar intensamente para que dios “ilumine a nuestros gobernantes y especialmente a los legisladores” y que “no vacilen en expresarse en la defensa y promoción de los grandes valores que forjaron nuestra nacionalidad y constituyen la esperanza de la Patria.” ¡Los que encubren pederastas y abusadores, los que reclaman por los pobres y engordan sus panzas con los salarios de 8 mil pesos que les paga el Estado se atreven a hablar de “valores” y meterse en nuestras camas!
Cynthia Hotton, la “diputada evangélica” amiga de Michetti y Cobos, organizó una marcha para oponerse a la ley. “Queremos que cada niño adoptado tenga un papá y una mamá”, expresó la representante del bloque unipersonal que lleva el sugestivo nombre de “Valores para mi País”. ¿Acaso tienen “papá y mamá” los hijos de los trabajadores que con horas extras, turnos rotativos y francos en cualquier día de la semana no pueden estar nunca con ellos? ¿Y los miles de hogares donde las mujeres solas son el sostén de familia? Esa familia de cuento de la diputada derechista ¿dónde existe, verdaderamente? ¿No será acaso una excusa para seguir discriminando a los gays y las lesbianas que desean ser padres y madres?
La devota Lilita Carrió, por otra parte, aclaró que cuando se trate la ley y se diga la palabra “matrimonio”, se va a retirar del recinto, porque el matrimonio es algo sagrado y ella no soportaría semejante sacrilegio.
“No seré feliz, pero tengo marido”
Mientras existan leyes que dictaminen cuáles son los derechos de las personas que forman familias, entonces todas las personas tendrían que ser tratadas por igual por esas leyes que, hasta ahora, discriminan a las parejas que no son heterosexuales.
No somos indiferentes al hecho de que, para algunos, esto significará protección legal y económica para su pareja, asistencia médica, salario familiar, permiso laboral para cuidar al cónyuge enfermo, etc. Pero para la gran mayoría, seguirá sin significar demasiado, porque la mayoría trabaja bajo extremas condiciones de precarización, sin obra social, ni jubilación ni nada.
Por eso mismo, la clase trabajadora no puede permitir que los que enarbolan los “valores familiares” para discriminar a gays y lesbianas, se salgan con la suya. Porque esa discriminación, como tantas otras, sólo sirve para debilitar nuestra unidad contra la explotación y la opresión que padecemos.
Y sabemos que esa lucha contra la discriminación no se agota ni mucho menos en la aprobación de una ley que los kirchneristas empujan demagógicamente. Porque, aunque algunos podrán mostrar sus bodas en la televisión, seguirá habiendo gays, lesbianas, travestis, transexuales discriminados en sus lugares de trabajo, en sus escuelas, en sus barrios, por sus familias, violados y asesinados por policías, patotas o bravucones. Para acabar con eso no alcanzan las leyes; hay que cambiar de raíz este sistema podrido que se basa en la explotación y que se fortalece y reproduce en las múltiples formas de discriminación y opresión.
Como marxistas, no creemos que la unión entre las personas se deba legislar. Históricamente, el matrimonio fue creado como un contrato legal establecido entre un varón propietario y una mujer cuya progenie –a partir de ese contrato- adquiría la legalidad para heredar las propiedades familiares (¡matrimonio quiere decir “derecho para ser madre”!). Los socialistas, en cambio, luchamos por una sociedad, liberada de las cadenas de la necesidad, en la que todas las personas puedan relacionarse libremente, como lo deseen y consientan mutuamente. Y aunque no somos indiferentes al reclamo de gays y lesbianas por los derechos civiles que aún les son negados, peleamos por la revolución socialista y la derrota del capitalismo que no sólo nos mantiene en la explotación asalariada, sino que también invade nuestras habitaciones.
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