12/6/06

Algo más que luchadoras... (*)

Nos ha pasado algo extraño con el libro Luchadoras. Periodistas de todos los medios, reciben la gacetilla y nos escriben interesados en que les enviemos un ejemplar. Nunca nos había pasado algo así. Pero lo que merece un análisis es que, después de mostrar tanto interés, son pocos y pocas las que nos propusieron hacer una nota.
Intentamos buscar una explicación a esto y creo que es porque el título, es muy atractivo, muy marketinero, pero no sé si alcanza a expresar el verdadero contenido del libro. Se deben llevar una sorpresa cuando lo abren…
¿Quién no manifestaría su solidaridad y su admiración por una luchadora? ¿quién podría dejar de conmoverse ante una luchadora?
El problema está en que cuando uno pasa de la tapa, advierte que no se trata simplemente de luchadoras. Sino de algo más que eso.
La mayoría de estas mujeres intentaron trascender la protesta inmediata, el reclamo por lo posible. Lucharon, cada una de distinto modo y bajo circunstancias diferentes, por lo que para los demás era imposible o ridículo, utópico o innecesario.
Quizás esto sea algo molesto en estos tiempos.
A Genora Jonson Dollinger, una socialista norteamericana de la década del 30, le dijeron que no había que enfrentarse a las directivas del sindicato en la huelga contra la General Motors.
¿Y qué era lo que decía el sindicato? El sindicato decía que había que tener paciencia y no tomar la fábrica.
Pero Genora venció, porque logró reunir a más de 1000 mujeres, esposas de los obreros automotrices, distrayendo la acción policial que venía a reprimir a los trabajadores.
Venció la advertencia del burócrata sindical que le había dicho: “Si esto falla, la responsabilidad caerá sobre su cabeza.”
A Mika Etchebehere, más de una vez le habrán dicho que para qué pelear en España por una revolución que no era la suya.
Llegada desde una patagonia remota, Mika vio caer a su marido bajo las balas fascistas y se hizo cargo del pelotón del Partido Obrero de Unificación Marxista.
No era su patria, no eran sus compañeros, no era ni siquiera una aventura compartida con su esposo ¿Por qué luchar, entonces?
Pero Mika Etchebehere no se preguntaba para qué tanto sacrificio... se preguntaba “¿Soy yo verdaderamente de mis ideas?” Y cada día trató de ser un poco más fiel a sus ideas, aunque fuera a riesgo de derramar su sangre.
Louise Michel luchó por la educación laica, luchó por la separación de la Iglesia del Estado.
Pero, en 1871, cuando el ejército prusiano rodeó París, una ciudad abandonada por el gobierno en manos del pueblo que decidió resistir, Louise Michel trascendió a la historia como una de las más heroicas combatientes de las barricadas.
No era sólo una maestra de París. “Pertenezco enteramente a la revolución social”, le dijo a los vencedores que la juzgaban.
“Si todo corazón que late por la libertad merece unos balazos, por parte de ustedes, entonces reclamo mi parte, lo que me corresponde.”
¿Y Nadezhda Joffe? Vivió casi treinta años en campos de deportados de la antigua Unión Soviética. Estuvo en cárceles, fue torturada, asistió al fusilamiento de amigas y compañeras, perdió el contacto con su esposo para siempre, del que sólo décadas más tarde se enteró que había sido fusilado por el régimen stalinista.
¿Luchar? Nadezhda tuvo que luchar cada día de su vida por sobrevivir, por comer algo caliente, por no morir de frío en los inviernos de Siberia de cuarenta grados bajo cero.
¿Y saben qué fue lo primero que hizo cuando la liberaron treinta años después? Pidió que el Partido Comunista le re-concediera el carnet de afiliación de su esposo fallecido.
Les dijo a los burócratas stalinistas: “ya sé que no a él no le sirve para nada, a esta altura... pero quiero que mis hijas sepan que su padre vivió como comunista y murió como comunista.”
Una de las que puede sonar más conocida es Rosa Luxemburgo. Mujer, judía, polaca y renga por los efectos de la poliomielitis infantil… una mujer que tuvo que luchar contra todos los prejuicios que fomenta esta sociedad de opresión.
Pero Rosa no sólo se sobrepuso a ello, recibiéndose en la universidad de Zurich con una tesis sobre Economía, incorporándose a las filas del Partido Socialdemócrata Alemán, sino que además fue una de las más acérrimas enemigas de los dirigentes de ese partido cuando sus diputados aprobaron los créditos de guerra que llevaron a la masacre de millones de obreros en la Primera gran contienda mundial.
¿Y saben qué decían de Rosa los dirigentes socialistas? “Es una perra rabiosa”. Tanto odio contra esta pequeña mujer –pequeña porque era muy bajita y se subía a las sillas para insultar a estos traidores a la cara- tanto odio sólo se puede explicar porque, mientras ellos decían que el capitalismo se podía reformar, que los trabajadores podían conseguir mejoras, que para eso había que tener más diputados en el parlamento… Rosa les decía “Socialismo o Barbarie”… no hay salida en el capitalismo con algunas reformas…
Por eso, cuando la metieron presa, los trabajadores alemanes se movilizaron para liberarla. Pero estos traidores del que había sido su propio partido, la secuestraron, la fusilaron y tiraron su cuerpo al río…
Justo la noche antes, Rosa había escrito un artículo muy bello en el que se burlaba del “orden” que los socialdemócratas le querían imponer al proletariado alemán que había desatado una revolución.
Rosa les decía, justo esa noche antes de ser asesinada: “Estúpidos… ¿ustedes creen que el orden reina en Berlín? Yo me río de ese orden… por encima de ese orden la revolución seguirá diciendo FUI SOY Y SERÉ.”
Así podríamos contar innumerables anécdotas, pero vamos a dejar que las lean en el libro...
Lo que quería remarcar es que estas mujeres de las que habla LUCHADORAS, tenían la convicción de que la clase trabajadora no era sólo sujeto de lucha.
Para ellas la clase obrera no era sólo capaz de luchar por salario, por mejores condiciones de vida, por trabajo, por tirar abajo gobiernos despóticos... estaban convencidas de que la clase obrera era algo más… era la única clase capaz de socavar los cimientos de la sociedad capitalista, por el lugar central que ocupa en la producción.
Y también, creían que era capaz de convertirse en sujeto político, en sujeto revolucionario, en clase conciente de su destino y su tarea histórica de arrancarse las cadenas y liberar a la humanidad explotada y oprimida.
Y eso las hizo fuertes, pioneras, internacionalistas, combativas, rebeldes, rojas, indómitas...
Millones de mujeres han luchado por aumento de salario, contra la desocupación, por mejores condiciones de trabajo, por jornadas laborales más acotadas... sin embargo, éstas y otras como éstas –con su convicción y su confianza en la clase trabajadora- pasaron a la historia y sus nombres resuenan hasta nuestros días, porque desafiaron el orden de lo posible.
Algunas personas que leyeron el libro nos dijeron que les parecía muy bueno recuperar estas historias para que las conozcan las nuevas generaciones de trabajadoras, de estudiantes, de jóvenes activistas y luchadoras…
Para nosotras, es importante también que sus historias se conozcan, pero no sólo por ejercer la memoria, sino por las lecciones que encierran para el presente.
En la década pasada, la clase trabajadora había desaparecido del horizonte. Los intelectuales decían que ya no existían obreros, que las computadoras, internet y todas las nuevas tecnologías habían borrado a los trabajadores de la faz de la tierra.
Claro, los trabajadores, mientras tanto estaban casi sepultados bajo el altísimo índice de desocupación, las enormes traiciones de la burocracia sindical que vendió hasta a la abuela y los gobiernos neoliberales entregados de pies y manos al imperialismo.
Pero ahora, eso cambió. Asistimos a un proceso extendido de recomposición de la clase trabajadora que se expresa en luchas y organización.
Peleas por el salario, nuevas direcciones sindicales, recuperación de las comisiones internas…
Y junto con eso, una extendida politización que recorre no sólo la Argentina, sino también todo el continente, de la mano de gobiernos que intentan capitalizar este nuevo sentimiento antineoliberal que expresan las masas.
Miles de trabajadoras y trabajadores, luchadoras de hoy salen a pelear pero tienen muchas ilusiones en que, desde arriba, se pueden solucionar sus problemas.
Si ayer el dogma era que la clase obrera estaba muerta… cuando el muerto se puso de pie, el dogma se cambió por otro que dice que ya no hay perspectivas para la revolución social, que hay que aceptar lo que se puede conseguir, pequeñas reformas… ¡El mismo dogma que hace más de un siglo enfrentaba Rosa Luxemburgo!
En vez de socialismo, nos dicen que tenemos que construir un capitalismo serio; en vez de recuperar nuestros recursos naturales de manos de las sanguinarias empresas transnacionales nos dicen que tenemos que pedirles que no nos roben tanto.
En vez de una educación libre y gratuita, las chicas y los chicos chilenos tienen que soportar los palos y los gases de los carabineros de la “sensible” señora Bachelet. ¡Y nos decían que era un gran triunfo del feminismo que Bachelet fuera presidenta!
En Francia, después de las impresionantes movilizaciones estudiantiles contra la flexibilización laboral, los social-liberales –como los que tuvo que enfrentar Rosa Luxemburgo- están candidateando a una mujer, para capitalizar el descontento con el gobierno.
Porque las mujeres siempre dan la impresión de ser más honestas, más buenas, menos corruptas, queda bien…
Y nos quieren hacer creer que sólo con que haya más mujeres en los gobiernos, en los parlamentos, en el Banco Mundial y los organismos internacionales ya es bastante. ¿Para qué luchar por la emancipación de las mujeres si ya estamos consiguiendo algunos cambios?
Podríamos preguntarle a las mujeres y las niñas iraquíes en qué les favoreció el gran logro de que una mujer ¡y negra!, como Condoleeza Rice, ocupe el cargo de secretaria de estado…
En Argentina, nosotras estamos siendo atacadas porque después de participar durante un año de una campaña unitaria por el derecho al aborto, les dijimos al resto de las organizaciones que había que enfrentar las declaraciones del gobierno –que ahora es amigo de la Iglesia, de nuevo- y que no podíamos pasar, de luchar por el derecho al aborto, a reclamar que se cumpla con la legislación existente…
¡Con esa legislación existente todavía siguen muriendo más de 400 mujeres por año en la Argentina por las consecuencias de los abortos clandestinos!
Pero no nos pasó sólo a nosotras. Uds ya sabrán cómo terminó el acto del 24 de marzo, cuando el gobierno quiso impedir que se denunciara que es el responsable de tener militarizado al pueblo de Las Heras, con trabajadores presos por luchar.
Y, lamentablemente, también sabrán que después de luchar durante 25 años contra la impunidad, algunos organismos de DDHH emblemáticos, han decidido hacerle el “aguante” al presidente, resignando su compromiso social a cambio de algunas pocas cosas posibles…
LUCHADORAS tiene sentido, entonces, sólo si se lo considera desde este punto de vista.
Porque no somos historiadoras profesionales ni eximias escritoras. Las autoras somos militantes de izquierda, que ambicionamos algo más que lo posible y queremos decirles a nuestras lectoras y lectores que no somos “chicas raras” que pedimos “cosas raras”.
Que hubo en la historia, cientos de mujeres y varones que saltaron las vallas de lo posible, lo moderado, las reformas y molestaron a los gobiernos, a los partidos patronales, a los traidores de la clase obrera, a los burócratas sindicales acomodados en sus sillones…
Queremos recrear la idea de que es necesario construir una organización que refleje la voluntad colectiva de millones de explotadas y explotados, oprimidas y oprimidos de cambiar esta sociedad radicalmente.
No para obtener algunas mejoras… sino para terminar de una vez y para siempre con la explotación capitalista y todo tipo de opresión.
La revolución socialista no es condición suficiente para acabar con la opresión milenaria de las mujeres. Pero si el capitalismo genera 1300 millones de pobres, de los cuales el 70% son mujeres y niñas, la revolución socialista es condición necesaria.
Así se vista de neoliberal o de reformista, el capitalismo es un sistema que siempre –ineludiblemente- se basa en la explotación de una clase de millones de seres humanos por otra minoritaria clase de parásitos.
Por eso LUCHADORAS, HISTORIAS DE MUJERES QUE HICIERON HISTORIA, no tiene las pretensiones de una obra literaria o académica… estaría cumplido nuestro anhelo si se lo considera un libro militante, para contarle a la amiga, a la compañera de la fábrica y la oficina, a la joven que se sienta en el banco de al lado, en la universidad y la escuela.
Aspiramos a que estas historias lleguen a las mujeres que hoy luchan por sus demandas, por mejorar las condiciones de su existencia, por aumento de salario, contra los despidos, por la educación gratuita, contra la flexibilización…
Para invitar a que estas LUCHADORAS de hoy, trasciendan el horizonte que nos quieren imponer de lo posible y se atrevan a escribir las páginas de la historia futura.
Gracias.

(*) Palabras pronunciadas en ocasión de la presentación del libro Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia

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