3/7/14

La letra, con sangre entra

“Otra denuncia por violación volvió a despertar la conmoción en el barrio. En las últimas horas una joven de 17 años fue sorprendida y amenazada por un hombre cuando ingresaba a su edificio.” Lección Nº 1: Hay lugares a los que las mujeres no deben concurrir.

“Fue denegada la apelación del fallo hecha por el abogado de la mujer violada, porque el tribunal argumentó que la víctima usaba minifalda al momento del hecho.” Lección Nº 2: Hay ropa que las mujeres no deben usar. 

“La tragedia se desató en el estacionamiento cuando el hombre que había sido pareja de la víctima insistió en volver con ella y tuvo un arrebato de furia ante la negativa de la mujer, que murió como consecuencia de los golpes recibidos.” Lección Nº 3: Hay relaciones que las mujeres deben sostener, aunque no quieran.

Todos los días hay noticias de mujeres violadas, golpeadas, asesinadas. Todos los días, hay millones de mujeres sobrevivientes que, con estas noticias, aprenderán la lección que moldeará su subjetividad: imperceptiblemente, las sobrevivientes tardarán más que de costumbre para elegir la ropa que usarán para salir a la calle; imperceptiblemente, las sobrevivientes se habituarán a ocupar y recorrer menos espacios que los varones e ignorar el mapa de la ciudad que habitan; imperceptiblemente, las sobrevivientes se resignarán a sostener vínculos ya perimidos, sin deseo, sin afecto, sin ganas. 

Todos los días, la violencia contra las mujeres cobra el nombre y el rostro de un hombre, pero apenas para mostrar que hay algunos letales y míseros engranajes con documento de identidad, de una gigantesca maquinaria de violencia contra las mujeres, cuya finalidad no es apenas la muerte de las víctimas, sino el disciplinamiento del cuerpo, del deseo, del comportamiento, de la vida de las mujeres sobrevivientes.

24/6/14

¿Será porque me vino?

–7 AM, taladra mi vecino, le grito fuerte...
–¡Será porque te vino!

Desde hace varias semanas, el que taladra no es sólo el vecino, sino el jingle publicitario de Ibuevanol, donde una chica atraviesa varias situaciones fastidiosas, pero un coro de varones imbéciles minimiza las razones de su malestar, convencidos de que se trata de algo generado por sus hormonas. No hay una sola mujer, de todas las que encuesté, que no me haya dicho que la publicidad le parecía una porquería, insoportable, discriminatoria, peyorativa, machista o estúpida. Pero en el mundo publicitario (como en el resto de los mundos), incluso a riesgo de perder clientas, todavía mandan los varones.
¿Qué reproduce la publicidad del “será porque te vino”? Nada más ni nada menos que la vieja costumbre de no atender a las razones que tenemos las mujeres para enojarnos, para quejarnos, para indignarnos, para sentirnos molestas, angustiadas, iracundas, violentas. Vieja costumbre que termina con mujeres que, de tanto callarnos, aguantarnos, ser silenciadas y ninguneadas por los siglos de los siglos, terminamos reaccionando en el momento, contra la persona y con el decibel equivocados. Las claras conciencias que no logran captar la esencia milenaria de tales reacciones, se tranquilizan a sí mismas con el fatídico “será porque le vino” (que tiene otros equivalentes tales como “está re loca”, “¿quién las entiende?”, “necesita un tipo” y otros aún peores).
No es difícil imaginarse la vida de esa mujer del aviso –publicidades que por supuesto, tampoco reflejarán, jamás, la vida de la inmensa mayoría de las mujeres, plagadas de oprobios, humillaciones e injurias infinitamente mayores-.
Ella tenía puesto el despertador a las 8, pero se levanta una hora antes, con los ruidos del taladro del vecino. Llega a la oficina con una hora menos de descanso que lo habitual, y poniendo su mejor humor, se le ocurre señalarle –con delicadeza- un error a su jefe que le contesta “acá no le pagamos para que piense”. Baja la cabeza y sigue haciendo los asientos contables hasta la hora de salida, esperando pasar por la tienda de la esquina a comprarse un pantalón antes de regresar a casa, porque el que tiene para trabajar ya está muy gastado. Pero no hay del talle que usa el 90% de las mujeres de su edad. Y aunque esa estadística bastaría para deducir que se trata del talle más común del mundo, la vendedora la mira como si se encontrara frente a un extraterrestre de dimensiones elefantiásicas y la manda a consultar al negocio de “talles especiales”. Frustrada, se sube al colectivo o la suben, mejor dicho, a empujones, porque en horario pico se viaja como ganado. Aunque, más bien, calcula que si fuera ganado (más precisamente, una vaca, como quiso hacerle creer la vendedora de pantalones), no tendría un toro embistiéndola en el camión jaula, como sí lo hace el pelotudo que tiene a sus espaldas. Pero ¿qué puede hacer? Si se corre, le meten un codazo o le clavan un paraguas en las costillas. Falta poco para llegar a casa, por suerte. Y llega. Lo primero que ve, cuando entra al departamento, son los dibujos del más pequeño... ¡en la pared del comedor! Pero cuando intenta decírselo a su marido, éste ni la mira. Es que justo a ella se le ocurre hablar en el instante en que Di María se la pasa a Rojo, que juega para Messi y... Bueno, por suerte no fue gol y el tiro libre le da dos segundos para preguntarle si advirtió que los crayones están desparramados por el piso y la pared hecha un enchastre. “Uh, no me dí cuenta”, dice impávido, antes de volver a gritar como energúmeno “¡Dale, pateá al arco!”
Y ella, que no podía gritarle al vecino del taladro, porque alquila y no quiere problemas con el dueño del departamento; que no podía gritarle al jefe, porque si no, la hubieran despedido; que no podía gritarle a la vendedora, porque a decir verdad, la piba no tiene la culpa sino los fabricantes de pantalones; que no podía gritarle al acosador del colectivo, porque la habría hecho quedar como una loca aduciendo que el bondi estaba lleno y que quién iba a querer tocarle el culo a una gorda como ella... ella entonces grita estruendosamente y se pone a llorar y tira los crayones por el balcón y zamarrea al niño mientras lo mete en la bañadera y llora más aún cuando él le dice “Calmáte, no es para tanto. ¿No será que te está por venir?”
Lo que le viene es la sangre que hierve, pero no la sangre menstrual, sino la propia y la de millares de mujeres que desde el neolítico hasta nuestros días fueron raptadas, esclavizadas, quemadas, violadas, asesinadas, sin derecho a quejarse, a sublevarse, a enojarse, a defenderse, a levantar la voz. Y cuando apoya la cabeza en la almohada, le caen unas lágrimas (también silenciosas), porque piensa que la gran mayoría de las mujeres ni siquiera puede pensar en esto que ella está pensando, porque la opresión también se naturaliza a tal punto que de coerción, se convierte en consenso, en deseo propio, en “forma de ser” o se convierte en dolores corporales, en enfermedades psiquiátricas y se invisibilizan sus raíces, sus causas.
Y entonces, él –que después de todo no es un hombre de las cavernas- se acerca despacio, le acaricia la cabeza sabiendo que debe resignarse a no tener sexo esta noche y le dice al oído, con todo el amor del que es capaz: “Tranquila, no pasa nada, mañana compro CIF y yo limpio la pared, ¿te parece?”
Tendría más cosas que opinar sobre los que nunca entienden nada. Pero mejor no sigo; mejor me tomo un Ibuevanol. Si escribí todo esto, será porque me vino...

8/3/14

Día Internacional de las Mujeres


6/3/14

8 de marzo: desenredando un viejo entuerto



Como cada año, empiezan las discusiones sobre qué se conmemora el 8 de marzo. No falta el comentario interesado de algún periodista que se burla y pregunta cuándo es el día de los hombres; ni el de alguna mujer que dice que no quiere tener un día donde se la festeje. Cada año, repetimos que es un día de lucha y que, si es necesario destacarlo, es porque aún siendo la mitad de la humanidad, las mujeres no vivimos en igualdad de condiciones con la otra mitad. Pero también en el movimiento de mujeres surgen otras discusiones: ¿es el día de la mujer o de la mujer trabajadora?, ¿se conmemora a las obreras neoyorquinas muertas en el incendio de una fábrica textil de 1908 o ese incendio es una leyenda?, ¿lo propuso la socialista alemana Clara Zetkin en 1910 o la ONU en 1977? Resolver estos interrogantes no tiene un objetivo meramente erudito. Detrás de estas preguntas, se cuelan distintas formas de pensar la lucha por la emancipación de las mujeres.

El incendio de la fábrica textil y el Woman’s Day de las norteamericanas

La historia más divulgada sostiene que el 8 de marzo de 1908, en una fábrica textil de Nueva York, hubo un incendio intencional –en el que perecieron 129 obreras-, provocado por el dueño que, de esa manera brutal, decidió acabar con una protesta de las trabajadoras. Pero ese hecho no fue noticia de los diarios, donde era habitual leer sobre incendios accidentales, algo frecuente en las fábricas textiles de la época. Y además, el 8 de marzo de 1908 era domingo. Sin embargo, hubo un incendio que tuvo gran repercusión por la cantidad de muertos; pero fue el 25 de marzo de 1911, en la Triangle Shirtwaist Company.
En 1908, las norteamericanas definieron, en el Congreso Nacional del Partido Socialista de EE.UU., lanzar una campaña activa por el voto femenino. Para ello, designaron el último domingo de febrero de 1909 como el Día de la Mujer (Woman’s Day), aunque en Chicago se tuvo que conmemorar el 31 de enero porque el teatro que pretendían alquilar para el mitín, no estaba disponible para esa fecha.

La propuesta de las socialistas alemanas y las mujeres en la Revolución Rusa

El 26 y 27 de agosto de 1910, se realizó en Copenhague la IIº Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, donde los principales debates fueron sobre el voto femenino, la protección social de las madres y la necesidad de establecer una relación más regular entre las socialistas de distintos países. Allí, las delegadas alemanas Clara Zetkin y Kate Duncker proponen la siguiente moción: “De acuerdo con las organizaciones políticas y sindicales del proletariado, las mujeres socialistas de todas las nacionalidades organizarán en sus respectivos países un día especial de las mujeres, cuyo principal objetivo será promover el derecho al voto de las mujeres. Será necesario debatir esta proposición en relación a la cuestión de la mujer desde la perspectiva socialista. Esta conmemoración deberá tener un carácter internacional y será necesario prepararla con mucho esmero.” La propuesta no incluía la conmemoración de ningún hecho histórico, por eso no señalaba una fecha precisa. A diferencia de las norteamericanas, en esta ocasión se eligió el plural: “día de las mujeres” y no “de la mujer”, enfatizando el carácter internacional de la convocatoria. El 19 de marzo del año siguiente, las socialistas alemanas celebraron el Día Internacional de las Mujeres. Las suecas lo hicieron coincidir con el 1º de mayo y, los años siguientes, lo festejaron el 12 del mismo mes. Recién en 1914, las socialistas de Alemania, Suecia y Rusia se pusieron de acuerdo en conmemorarlo el 8 de marzo. Y así lo hicieron también en los años siguientes.
El 8 de marzo de 1917 (23 de febrero, según el antiguo calendario ortodoxo), las trabajadoras rusas lo conmemoraron con manifestaciones, huelgas y motines por el pan, por la paz y contra el régimen zarista: una chispa que, en medio de las penurias de la Iº Guerra Mundial, dio inicio a la revolución con la que la clase obrera conquistó el poder ocho meses más tarde, bajo la dirección del Partido Bolchevique. “El 23 de febrero era el Día Internacional de la Mujer. Los socialdemócratas se proponían festejarlo en la forma tradicional: con asambleas, discursos, manifiestos, etc. A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución.” Así empieza uno de los capítulos de la Historia de la Revolución Rusa, escrita por León Trotsky.

El Día de la Madre creado por Stalin y el Día de por los Derechos de la Mujer de la ONU

Pero más tarde, con el stalinismo en el poder, retrocedieron los derechos conquistados por las mujeres durante la Revolución Rusa: se prohibió el aborto y se destacó la contribución de las mujeres, como madres y amas de casa, al engrandecimiento nacional. Se disolvió el Secretariado Internacional de Mujeres y todos los organismos partidarios encargados del área. A mediados de los ’30, el Día Internacional de las Mujeres se convirtió, en la Unión Soviética, en el equivalente al Día de la Madre de los países capitalistas: se entregaban regalos y ramos de flores a las madres. Fue en 1965 que, por un decreto de la burocracia estalinista, se declaró el 8 de marzo como un día no laborable: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Antes que eso, el 8 de marzo de 1945 –finalizando la IIº Guerra Mundial-, la esposa del entonces presidente norteamericano Franklin Roosevelt había propuesto elaborar una carta de derechos de las mujeres, para que sean tenidas en cuenta como artífices de la paz ante la naciente Organización de las Naciones Unidas. Allí reclamaba derechos para las madres, trabajadoras y ciudadanas que se integraban a la construcción de un nuevo orden mundial. Recién en 1975, las Naciones Unidas declaran el Año Internacional de la Mujer y en diciembre de 1977 proclaman el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, recordando a Clara Zetkin, pero sin mencionar los acontecimientos de la Rusia revolucionaria.

Lo que se oculta detrás de un nombre

Para muchos grupos feministas, el 8 de marzo es un día para luchar sólo por algunos derechos para las mujeres. Abandonando el cuestionamiento radical al sistema capitalista que legitima, reproduce y garantiza la subordinación de las mujeres, se limitan a exigir mayor equidad en una sociedad que funciona en base a la más profunda de las inequidades, como es la concentración de las propiedades y las grandes riquezas en un puñado de familias que amasan su fortuna a expensas de la explotación de millones de asalariados y asalariadas, que lo único que poseen es su fuerza de trabajo y su prole. Otros grupos, aún reivindicándose anticapitalistas, consideran que la lucha contra la opresión patriarcal es tarea exclusiva de todas las mujeres unidas tras este propósito común.
Las corrientes stalinistas, por su lado, impusieron la idea de que la emancipación de las mujeres es algo de poca importancia en la lucha por la revolución social y que, combatir el veneno del machismo con el que la burguesía inficiona al movimiento obrero desvía la atención de la batalla central del proletariado, que es contra la burguesía, dividiendo las filas de los explotados. Lamentablemente, a su misógina ceguera pequeñoburguesa, pretendieron disimularla con la imposición, por decreto, del Día de la Mujer Trabajadora.
Por el contrario, el marxismo revolucionario reconoce que no sólo las obreras, sino las más amplias masas femeninas son víctimas de la desigualdad, la falta de derechos, la violencia y la subordinación que impone la opresión patriarcal. Que ser el 80% de las víctimas de las redes de trata, no tener derecho a decidir sobre el propio cuerpo, ganar un 30% menos que los varones o ser el 75% de los analfabetos del mundo son algunas muestras patentes de esta inequidad. Y señalamos, sin tapujos, que el capitalismo instila, también y principalmente entre los trabajadores, la misoginia y la violencia machista para mantener divididas las filas de los explotados.[1]
Pero si el capitalismo reproduce la milenaria opresión de las mujeres, descargando más brutalmente estos agravios contra las mujeres trabajadoras ¿cómo y con quiénes  luchamos por la emancipación femenina? Ésta es una de las controversias más importantes en el movimiento de mujeres.
El 8 de marzo, consideramos nuestro deber irrenunciable impulsar, en la más amplia unidad, las luchas de las mujeres por las mejores condiciones de vida posibles, por los derechos democráticos más elementales, incluso en alianza con aquellas mujeres y organizaciones que no consideren aún, como nosotras, que es necesario acabar con el capitalismo para que esos derechos sean verdaderamente efectivos y universales. También peleamos por los derechos sindicales de las mujeres trabajadoras. Pero nuestra lucha no se limita a la ampliación de los derechos formales en el estrecho marco de las democracias capitalistas; ni tampoco a reivindicaciones corporativas o económicas de la clase obrera.
Impulsamos la organización, la movilización y la lucha de las mujeres con la perspectiva de la revolución socialista, para acabar con este sistema de explotación y sentar las bases para la completa emancipación de las mujeres. En ese camino, apostamos a que las mujeres trabajadoras –las más oprimidas entre las oprimidas, las más explotadas entre los explotados- encabecen la lucha por su propia emancipación, convenciendo a sus hermanos de clase de la importancia que tiene incorporar la lucha contra el machismo en el programa revolucionario del proletariado y, a las más amplias masas femeninas, de unirse a las filas proletarias para derrocar el capitalismo patriarcal que hoy nos oprime.


[1] Por eso siempre repetimos que, “cada vez que una mujer es abusada, golpeada, humillada, considerada un objeto, discriminada, sometida por su compañero... ¡la clase dominante se ha perpetuado un poco más en el poder! Y la clase obrera, en cambio, se ha debilitado. Porque esa mujer perderá la confianza en sí misma y por lo tanto en sus propias fuerzas. Pero la clase obrera también se debilita porque ese hombre que golpeó a su compañera, que la humilló, que la consideró su propiedad, está más lejos que antes de transformarse en un obrero conciente de sus cadenas, está un poco más lejos de reconocer que en la lucha por romper sus cadenas debe proponerse liberar a toda la humanidad de las cadenas y contar a todos los oprimidos como sus aliados.” Discurso en el Acto del PTS en la Federación de Box, 9 de julio de 2004.

5/3/14

Pecados&Capitales

La hipersexualización de las imágenes publicitarias, los programas de televisión y las revistas; la inclusión de personajes de telenovelas y películas que son gays, lesbianas o trans y, en otro plano, la extensión del matrimonio igualitario en diversos países y el desarrollo de espacios gayfriendly en las grandes metrópolis, nos podrían hacer creer que la sociedad contemporánea ha alcanzado los ideales de “libertad sexual” que se enarbolaban en los años ‘60. SEGUIR LEYENDO AQUÍ

PECADOS & CAPITAIS

A hipersexualização das imagens publicitárias, os programas de televisão e as revistas; a inclusão de personagens gays, lésbicas ou trans em novelas e filmes e, de outro lado, a extensão do matrimônio igualitário em diversos países e o desenvolvimento de espaços gayfriendlys nas grandes metrópoles, poderiam nos fazer acreditar que a sociedade contemporânea alcançou os ideais de “liberdade sexual” reivindicados nos anos 60. LEIA MAIS

7/11/13

Mi cuerpo ¿es mío?

En el último año, tuvo mucha repercusión internacional el grupo feminista FEMEN de origen ucraniano. Hace menos de un mes, las jóvenes irrumpieron con sus senos desnudos en el parlamento español, al grito de “el aborto es sagrado”. Su notoriedad se debe a este particular modo de protesta –especialmente, contra la prostitución, pero también por otras causas-, que consiste en irrumpir en topless en lugares públicos que permitan visibilizar mediáticamente su demanda.

Jóvenes universitarias al desnudo

A esta práctica, ellas mismas la denominan “sextremismo” y el lema de su agrupación es “Mi cuerpo, mi manifiesto”. “Las activistas FEMEN deciden desnudarse no para anunciar un coche, no para dar a luz a un hijo enviado, no para satisfacer al hombre (...); nos desnudamos para luchar (...). Queremos independencia, nuestros cuerpos luchan en solitario en esta guerra mundial por nuestro control sobre nuestro propio cuerpo y vida”, dice la fundadora de la filial española de FEMEN, un movimiento cuyo núcleo originario estaba conformado por estudiantes universitarias de entre 18 y 20 años.

Así como FEMEN ha sido recibido con beneplácito por algunos sectores del feminismo, también le han llovido críticas desde otros, que sostienen que esta forma de protesta no hace más que reproducir la cosificación sexista que el patriarcado hace de los cuerpos femeninos.
Sin adentrarnos en esta polémica, queremos abrir una reflexión desde otro ángulo.

Individualismo liberal, pensamiento de la derrota

El crítico Terry Eagleton escribía, irónicamente, que en las décadas del neoliberalismo, “la preocupación por el cuerpo” reemplazó a la preocupación por la revolución. Se hablará del cuerpo libidinal, deseante, mutilado, regulado, prisionero de las instituciones y del lenguaje, campo de batalla de saberes e instituciones. El cuerpo aparece, desde esta mirada posmoderna, como un objeto expropiado por el “discurso dominante”. El sujeto es alienado en su propio cuerpo, del que es necesario reapropiarse; pero no en el sentido marxista de la alienación producida por las relaciones de producción en el capitalismo (donde el producto del trabajo se le vuelve extraño al propio productor), sino una reapropiación que permita crear el cuerpo propio, deconstruyendo sentidos y transformándolo, libre e individualmente, en el cuerpo deseado, incluso, en “arma de lucha”.

Pero como bien dice una de las FEMEN, se concibe como “una lucha en solitario”, como aquella que se da en la última trinchera, algo más propio del pesimismo provocado por aquellos años de derrotas para las masas, que por la realidad actual en la que el capitalismo hace agua por todos lados, las democracias occidentales desnudan impotentes sus degradados “derechos civiles” y las masas irrumpen en movilizaciones callejeras en Brasil, en huelgas obreras en Sudáfrica, en luchas juveniles en países europeos, en protestas estudiantiles en Chile y en México, en levantamientos impetuosos en el mundo árabe.

¿Algunas estudiantes desnudas o ganar la voluntad de lucha de millones?

El “control sobre nuestro propio cuerpo y vida” no se alcanza con el desnudo solitario e individual, ni siquiera el protagonizado por un pequeño grupo de jóvenes feministas con buenas intenciones.

El capitalismo expropia nuestros cuerpos y nuestras vidas. Para enfrentarlo, necesitamos ganar las voluntades de centenares de miles de mujeres, unir la fuerza de lucha que anida en nuestros cuerpos –no todos tan jóvenes ni tan universitarios- gastados, reprimidos y violentados por la explotación capitalista y la opresión patriarcal. Nuestro objetivo es grande porque grandes son los agravios: desde las represivas aulas de las instituciones educativas, desde las mortíferas salas de los hospitales, desde la precariedad de las cocinas de las barriadas populosas, desde la oscuridad de los talleres clandestinos, desde las dictatoriales líneas de producción de las fábricas, queremos poner en pie un poderoso movimiento de lucha contra este régimen podrido y contra este sistema social que sólo reserva más injurias y oprobios para las mujeres.

26/10/13

Brujas

23/10/13

Ante un auditorio colmado, se presentó la nueva edición del libro "Pan y Rosas"


Con un auditorio repleto de jóvenes estudiantes, trabajadoras de las comisiones de mujeres que impulsa Pan y Rosas, de INDEC, subte, docentes, obreras de la textil Elemento en lucha, activistas feministas de distintas agrupaciones y trabajadores, se presentó la nueva edición corregida y ampliada del libro Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, de Andrea D’Atri, candidata a diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires, del Frente de Izquierda.

La presentación se realizó en el 10º aniversario de la agrupación de mujeres Pan y Rosas y comenzó con los saludos de las compañeras de Pan y Rosas de México, Brasil y el Estado Español, como también de otras mujeres feministas que enviaron sus felicitaciones.

Luego, la socióloga María Alicia Gutiérrez, profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales destacó que el libro constituía “un importante esfuerzo intelectual, tiene la enorme virtud de poner en tensión una relación compleja como la del marxismo y el feminismo. Creo que la pregunta que se formula en la contratapa Andrea es una buena interpelación, que dice así: ‘¿Acaso el feminismo sólo puede proponernos una restringida emancipación limitada a sectores minoritarios que gozan de algunos derechos democráticos en determinados países a expensas de la extensión de brutales agravios contra la inmensa mayoría de las mujeres a escala global? ¿Qué debería plantearse el feminismo en tanto movimiento emancipador que denuncia la actualidad social política y cultural de las mujeres bajo el dominio patriarcal? ¿Qué tendría para decir el marxismo revolucionario?’” Y luego problematizó: “Mucho tienen para decir tanto el marxismo y el feminismo de los inicios del siglo XXI respecto a los problemas que nos aquejan: desigualdad, injusticia, pobreza, discriminación, exclusión. Ahora bien, ¿qué tienen de común que nos permita desarrollar una lucha conjunta?” Y finalizó su intervención señalando que “la lucha es por la emancipación total sin por ello perder de vista las propias especificidades.”

Después, dirigió unas palabras la escritora, fotógrafa y activista feminista lesbiana, Marian Pessah que dijo: “Siempre creo que en el patriarcado en el que vivimos, cada vez que sale un nuevo libro o voces de mujeres estamos revolucionando, nos metemos en las grietas del patriarcado, para gritar mas alto, para mostrar nuestras voces, porque las mujeres generalmente somos vistas a través de los ojos de los hombres.” Leyó varios párrafos del libro de Andrea D’Atri y destacó que el mismo sintetiza la confluencia de la teoría y la práctica. También destacó las críticas que el libro plantea a la institucionalización y oenegización de los movimientos sociales, durante el neoliberalismo, denunciando que la misma agencia que financió el Plan Cóndor, durante las dictaduras militares, ha provisto de mucho dinero a las organizaciones feministas. De allí señaló la importancia de que la militancia no sea “un trabajo” y no acepte financiamientos para llevar adelante sus luchas. Al finalizar, saludó la presencia de muchos compañeros en la sala diciendo que la ponía contenta saber que ellos estaban allí dispuestos a abdicar de sus privilegios y sumarse a nuestra lucha.

También estuvo presente María Luisa Peralta, activista lesbiana, que comenzó diciendo que la izquierda siempre carga con la acusación de ser sectaria, pero que “más allá de las diferencias ideológicas que podemos tener en algunos puntos, hemos compartido muchas luchas concretas, y eso es lo valioso.” Hizo hincapié en que no podemos perder la memoria sobre esta nuestra propia historia de lucha, menos aún cuando el relato oficial parece haber cancelado toda historia de lucha previa al 2003. “Nosotras sabemos que hay mucha historia antes y hay muchas cosas que suceden hoy por fuera del los espacios oficiales. Entonces esta presentación y los 10 años de Pan y Rosas son parte de eso”. Compartió con la autora la idea de que con la política estatal de la “ampliación de derechos” se intenta poner un techo que no cuestiona el orden burgués y patriarcal que aparece como inconmovible.

Por su parte, Andrea D’Atri, fundadora de la agrupación de mujeres Pan y Rosas, planteó las paradojas que dejó el neoliberalismo en la lucha de las mujeres por su emancipación: ampliación de derechos y ampliación de vejámenes y agravios. Más muertes evitables, como las que suceden por abortos clandestinos; desarrollo inusitado de las redes de trata para la esclavitud sexual; precarización de la fuerza de trabajo femenina se combinan, compleja y contradictoriamente con algunos derechos democráticos elementales. Finalmente, destacó que Pan y Rosas surgió en Argentina en una década que el gobierno insiste en presentar como “ganada”, pero que ha sido de mayores oprobios para las mujeres: casi 3 mil muertas por abortos clandestinos, más de 600 desaparecidas por las redes de trata, 45% de las trabajadoras en situación de precarización. También señaló que Pan y Rosas no sólo participa de la lucha en las calles, sino que también destaca la importancia de la lucha de ideas –y por eso la elaboración del libro como también de seminarios, talleres y otras publicaciones- y la lucha en el terreno político.

La presentación del libro terminó con la proyección de un video realizado por TV PTS sobre los diez años de la agrupación, que arrancó los aplausos de todo el auditorio.

15/10/13

Para fortalecer tu lucha, vamos por más!