5/2/08

“La maté porque era mía”

Sólo en enero, al menos diez mujeres fueron asesinadas en Argentina. El caso más resonado fue el de Rosana Galliano, que desató un inusitado interés mediático por el tema de la violencia contra las mujeres. Pero esto no es nada nuevo: en el mundo mueren más mujeres de violencia que de cáncer.

La violencia como “norma”

Difícilmente a esta altura alguien pueda alegar que los crímenes contra mujeres son perpetrados por “locos” o “enfermos”. La realidad es que, la mayoría de las veces, nadie sospecha que ese marido, novio o amante se podrá convertir, más tarde, en asesino sin escrúpulos. Porque más que una repentina “pérdida del control”, la violencia muestra, por el contrario, el más alto grado de control que pueda ejercerse sobre otro.
La violencia física que puede llegar al extremo del asesinato, siempre está precedida por otras conductas de hostigamiento y violencia verbal, psicológica, etc. Si esto no es “reprochable” o no se actúa en consecuencia previniendo futuras escaladas de violencia, es porque está naturalizada la situación de poder y dominio de los hombres sobre las mujeres.
De manera invisible, a veces considerada normal o legítima, las mujeres son víctimas de múltiples acciones que limitan o restringen su libertad y autonomía, estableciendo relaciones de dominación / subordinación que se mantienen a través de coacciones, abusos, imposiciones, controles, etc.
Si bien no todas las personas son iguales y aunque estos estereotipos de género están cada vez más en crisis y cuestionados, la “norma” todavía sigue teniendo una fuerza enorme. ¿Por qué?
Hay quienes señalan que esos cambios de “modelo” son, precisamente, los que generan respuestas cada vez más violentas contra las mujeres por parte del género masculino, el cual se encontraría en una “crisis de identidad”, ante el avance de las mujeres en el ámbito público. Creemos que esta respuesta, además de simplificada, carga las culpas sobre las propias víctimas. No es más que la reiteración de esa pretenciosamente inocente frase que justificaba el genocidio de la dictadura militar: “por algo será.”
Hay otros que sostienen que la violencia es propia de los sectores más atrasados culturalmente, de los pueblos y clases sometidos al embrutecimiento y la pobreza. Sin embargo, las estadísticas desmienten estos prejuicios: según un informe de las Naciones Unidas -cuyos soldados, dicho sea de paso, han sido acusados de violaciones y abusos contra mujeres en las distintas regiones donde mantienen tropas de ocupación-, el crecimiento económico de Latinoamérica en los últimos años no disminuyó los niveles de violencia ejercida contra las mujeres, ni en el ámbito privado, ni en el trabajo, donde se consideran como violencia los despidos de embarazadas, el retaceo de licencias por maternidad, el salario menor por igual trabajo que el hombre, la precarización, etc. Prácticas que, como sabemos, son habituales en las empresas que se están enriqueciendo en los últimos años a costa de la superexplotación. Como bien señala la periodista Roxana Sandá de Página/12, el caso de las trabajadoras de Fresenius “viene a sumarse a otros hechos graves de violencia laboral sobre trabajadoras ocurridos en el último año, que se tradujeron en especias de discriminación, enfermedades e incluso de muerte.” (Las/12, 1º/feb).

La clase dominante está alarmada

El problema de la violencia contra las mujeres ya está alarmando a gobiernos y empresarios. Es que los gastos médicos por lesiones y muertes relacionadas con violencia doméstica, a fines de los ’90, alcanzaba a un 5% del PBI de seis países latinoamericanos. Según el Banco Mundial, uno de cada cinco días laborales que pierden las mujeres por razones de salud está relacionado con la violencia.
Bajo el cínico título de “El costo de la violencia doméstica: una sangría para las economías de la región”, el BID alerta sobre los millones de dólares que se gastan en salud, justicia y policía y en los que se pierden por la baja de la productividad de las víctimas.
Nada dicen acerca de que las 225 personas más ricas del mundo acumulan lo mismo que poseen los 2.500 millones más pobres. Nada dicen, tampoco, acerca de que esas 225 personas son hombres, mientras las mujeres representan el 70% de quienes viven con menos de un dólar diario. Nada dicen de que en el sistema capitalista, por poner sólo un ejemplo, mientras se gastan 780 mil millones de dólares en armamento, sólo se invierten 12 mil millones en salud reproductiva.
Y menos aún pueden decir lo fundamental: que la propiedad privada se defiende a través de la violencia institucionalizada y en eso radica la esencia del Estado capitalista. Siempre que la clase trabajadora y el pueblo pobre ataquen los intereses del capital y, más profundamente, la propiedad burguesa, deberán enfrentarse con las fuerzas armadas por esa clase dominante en resguardo de sus intereses.
¿Qué tiene que ver esto con las mujeres? Desde que existe esta división social entre poseedores y desposeídos, las mujeres han sido también una propiedad de los hombres, incluso para aquellos individuos que no tienen bienes materiales. Y así como está naturalizado que a la propiedad se la defiende con las armas, también está naturalizado que con la “pasión” se justifique el crimen de la mujer que deja o intenta dejar de ser un objeto de propiedad del varón. Como dice el tango “yo no quiero tu portada, periodista escandaloso/ no quiero que con su sangre puedas escribir mentiras/ la maté porque la amaba, la maté porque era mía.”
Mujeres estranguladas, golpeadas, picaneadas, asesinadas con balazos de escopeta, cuchillazos... los más aberrantes delitos reunidos bajo la también aberrante calificación de “crímenes pasionales” con que el periodismo insiste en invisibilizar que de lo que se trata es de la más mortífera violencia de género que este sistema genera, legitima y naturaliza.
---------------------------------------------
CIFRAS DE LA VIOLENCIA



  • Se calcula que –según el país- del 30% al 60% de las mujeres latinoamericanas son víctimas de violencia.

  • En la Ciudad de Buenos Aires se estima que los crímenes contra mujeres constituyeron alrededor del 80% de los delitos violentos registrados entre 1999 y 2003.

  • Si se tienen en cuenta sólo los casos difundidos por los medios de comunicación, en el 2007 en Argentina, hubo 95 femicidios, un 18% más que el año anterior.

  • Desde enero y hasta junio de 2007, el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires contabilizó 18.000 denuncias de violencia.

  • Cada año entre 1,5 y 3 millones de mujeres de toda edad son víctimas de la violencia de género.

  • El 63% de los hijos de mujeres víctimas de violencia física severa han repetido alguna vez un año escolar.

  • En hogares con violencia física grave sobre la mujer, los hijos son 100 veces más propensos a ser hospitalizados.

No hay comentarios: