El día había despuntado con bajas temperaturas, cielo gris y un viento frío que congelaba el tren. Quizás por eso, con cierta desazón, nadie esperaba que finalmente casi medio centenar de mujeres trabajadoras asistieran a la convocatoria que hicieron las obreras despedidas del Laboratorio Fresenius. Pero allí estaban, a pesar de los malos pronósticos, esperando escuchar más sobre esta inédita propuesta: había que poner en pie una agrupación de mujeres trabajadoras en la zona norte del Gran Buenos Aires, dispuestas a luchar por sus derechos.
Eso era lo que decía la hoja impresa que las obreras despedidas de Fresenius repartieron a sus amigas y vecinas, la que hicieron rodar por escuelas y establecimientos fabriles de la región. Por eso vinieron a la reunión las trabajadoras del laboratorio Sidus, que tiene su planta en Pilar, donde se producen alrededor de 1500 millones de comprimidos, 270 toneladas de granulados y 4 millones de frascos de jarabe por año y también se hicieron presentes las metalmecánicas de una autopartista multinacional que es proveedora de las grandes empresas automotrices. También había maestras de distintos distritos y enfermeras del hospital Eva Perón (ex Castex). Y compañeras de Pepsico Snacks y otras con experiencia laboral en Terrabusi, donde 3000 obreros, en su mayoría mujeres, producen toneladas de alfajores y galletitas de a cientos por minuto o con experiencias anteriores en empresas textiles donde dejaban hasta doce horas de sus días. Despedidas del Casino Flotante de Buenos Aires, jóvenes desocupadas que, en su corta trayectoria laboral, sólo conocieron la precarización y la superexplotación y estudiantes de las universidades y escuelas de la zona.
Pero lo más emocionante fue que, recorriendo casi 100 km, vinieron a saludar y dar su apoyo a esta propuesta las esposas de los trabajadores de Mafissa, que se encuentran en una dura lucha por sus puestos de trabajo, desde hace más de cien días. Una de ellas dijo que la situación era muy difícil pero que si esta lucha se pierde "no va a ser porque bajemos los brazos". Otra compañera, con 38 años y cinco hijos, que es trabajadora doméstica, relató con sencillas palabras la transformación que esta lucha obrera trajo a su vida. Dijo que su marido nunca le contaba demasiado del conflicto durísimo que estaban atravesando en la fábrica. Hasta que llegó el día de la toma. Él decidió quedarse y la llamó por teléfono para pedirle que le llevara un abrigo, ya que iba a pasar la noche en Mafissa. Ella le dijo: "yo te llevo la campera, pero vamos todos". Enseguida, uno de los chicos agarró una sábana vieja y pintó con aerosol "Familia en Lucha". Agarraron la campera del padre, la bandera recién pintada y todos se fueron a la toma de la fábrica. "Me dí cuenta de que soy una mamá, una esposa, pero también soy una persona que puedo plantearme otras cosas y eso me hace muy bien". Todas coincidían en que las mujeres van a seguir reuniéndose cuando la lucha de Mafissa termine y, entonces, otra compañera preguntó cómo iban a hacer para que los maridos entendieran. "Van a tener que entender", fue la respuesta inmediata.
La charla fue amena y distendida. Se habló desde el conflicto del gobierno y el campo, hasta las enfermedades laborales que se sufren en los trabajos repetitivos que son los que hacen, mayoritariamente las mujeres. Algunas compañeras contaron que tienen hasta un 40% de discapacidad con sólo treinta años de edad y que ya saben que no podrán conseguir ningún otro trabajo. Otras señalaron el papel de los dirigentes sindicales que están vendidos a la patronal, la preocupación porque cada vez hay menos niñas en las aulas ya que son las primeras en quedarse cuidando a sus hermanos menores, ante la falta de guarderías cuando las madres tienen que salir a trabajar. También se habló de lo que significa la doble jornada laboral, la violencia contra las mujeres, el aborto clandestino y el medio millón de mujeres que mueren por año en el mundo por complicaciones en el embarazo y el parto. Algunas hablaron de la necesidad de conocer a más trabajadoras de Gral. Pacheco, de Pilar, de San Martín para sumarlas en una próxima convocatoria amplia y otras plantearon su preocupación por la ideología que nos inculcan de que todo lo que nos pasa es un problema individual, que debemos solucionar personalmente.
Finalmente, las compañeras que lanzaron esta convocatoria invitaron a repartir la hoja que ellas imprimieron en nuevos establecimientos para ampliar esta red de mujeres y convocar a más obreras y empleadas de esta región que concentra la mayor cantidad de industrias de todo el país. También se propusieron fiestas y recitales para juntar dinero y publicar un próximo número de esta hoja abierta a las denuncias y las opiniones de todas las trabajadoras que quieran expresarse.
Finalmente, nos despedimos después de cuatro horas, sin que nadie hubiera advertido que se había hecho tarde. Es que no son muchas las veces en que, entre las mujeres, se pueden armar un tiempo para hablar en confianza, con otras que pasan por los mismos problemas y con las que se comparten anhelos y expectativas. Esta vez se pudo, porque muchos compañeros respetaron esta decisión de sus esposas y apoyaron esta iniciativa, algún otro "tuvo que empezar a entender", como dijo una compañera... pero todas estaban seguras de que ese lema de todas las luchas de las mujeres en el mundo, también puede ser suyo: "Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede". Y están decididas a demostrarlo.
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