Argentina es uno de los dieciséis países del mundo –el primero en
América Latina– que aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo,
aunque la ley sufrió varios traspiés antes de ser votada en el Senado,
en julio de 2010, por una exigua diferencia y tras muchas horas de
debate.
La crisis abierta en diciembre de 2001 –con la emergencia de los
movimientos de desocupados, las asambleas vecinales y las fábricas
tomadas por los trabajadores– había puesto también las demandas del
movimiento de mujeres y del movimiento LGTB sobre el tapete. La
legalización de las parejas del mismo sexo fue una de esas banderas y,
en 2002, la Ciudad de Buenos Aires establecía el régimen de unión civil
en su jurisdicción. Luego, numerosas organizaciones, nucleadas en la
Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans,
privilegiaron estrategias jurídicas y parlamentarias, limitando la
creciente movilización de la comunidad LGTB a la presión por la ley de
matrimonio igualitario.
Así, lo que podría haber sido un gran punto de partida para
fortalecer la lucha LGTB, pronto se convirtió en un techo. Pero, a pesar
de sus límites, el debate de la ley no solo transformó beneficiosamente
la vida de un sector de la comunidad de gays y lesbianas, permitió su
visibilidad y una creciente aceptación social de la condición
homosexual, sino que, además, impulsó un “espíritu igualitarista” en
amplios sectores de masas. Los meses que duró el tratamiento de la ley
en el Congreso, la clase trabajadora y la juventud debatieron en
fábricas, facultades y oficinas, enfrentando viejos prejuicios y
mostrando que el 70 % de aprobación que tenía el proyecto no era un
invento de las encuestadoras. Dos años después se sancionó la Ley de
Identidad de Género, fundamental para avanzar en la equidad de las
personas transexuales. Sin embargo, muy pronto se evidenció que la
igualdad ante la ley no es aún la igualdad ante la vida y que, tanto en
el ámbito laboral como en el de la salud, aún subsiste la
discriminación.
Estas experiencias –que merecerían su propio análisis y no es el
propósito de este artículo– concentraron, en corto tiempo, las lecciones
de cuatro décadas del movimiento de liberación sexual: demandas,
alineamientos estratégicos y una deriva en la cooptación que nos
proponemos examinar críticamente. SEGUIR LEYENDO AQUÍ
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