25/4/04

La Revolución de los Claveles

Grândola, vila morena/ Terra da fraternidade/
O povo é quem mais ordena/ Dentro de ti, ó cidade


A las 0:20 del 25 de abril de 1974, quienes escuchaban la radio no entendían por qué el locutor anunciaba la canción de José Alfonso, con emoción. La audiencia desconocía que ésa era la señal acordada por los militares del Movimiento de las Fuerzas Armadas para avanzar con las tropas apostadas cerca de Lisboa. Dispuestos a derrocar a la dictadura más vieja de Europa que impedía que ellos pudieran acceder al cargo de capitanes, aunque pelearan al servicio del imperio en las guerras coloniales de Angola y Mozambique, los soldados del MFA avanzaron sobre la ciudad.
Lo que no imaginaron es que, ese día, se transformaría en el inicio de un enorme proceso revolucionario protagonizado por la clase trabajadora y el pueblo. El 25 de abril todavía no se preveía eso... estallaba la primavera y la vendedora de flores de Plaza del Comercio regalaba su cargamento de claveles rojos a los soldados bautizando, para la historia, a la revolución de Portugal.

El imperialismo más pobre de Europa y los ”Capitanes de Abril”

Portugal llevaba casi 50 años de una dictadura militar que, con represión y miseria, había hundido al país. El empobrecimiento se había acentuado con la guerra colonial, ya que Portugal mantenía –bajo dominio militar directo– un territorio 22 veces superior al suyo y a más de 120.000 efectivos, en las colonias de Angola y Mozambique. La creciente lucha independentista en las colonias y la situación económica –que se hizo particularmente insoportable para las masas, ya que, a los gastos de la guerra, se sumaron los primeros efectos de la crisis mundial– pusieron en jaque a la dictadura.
El descontento dio paso al surgimiento de una oposición generalizada. Entre octubre de 1973 y abril de 1974, más de 100.000 trabajadores se declararon en huelga. A la acción de los trabajadores, se sumaron las movilizaciones estudiantiles en solidaridad con el pueblo de Vietnam y los de las colonias portuguesas; los movimientos vecinales contra el precio de los alquileres y las asambleas de asalariados. La dictadura estaba en un callejón sin salida.
En medio de esa situación, se fue conformando el MFA, integrado por las capas medias del ejército que, a sus intereses corporativos, fueron sumando otros motivos de descontento por los apremios de la guerra colonial prolongada. Los soldados empezaron a negarse a enfrentar a las masas de los pueblos coloniales que, valientemente, luchaban por su liberación. Pero para poner fin a la guerra, era necesario derrocar a la dictadura. Finalmente, planificaron la asonada del 25 de abril.
Esta acción fue el pequeño empujón que, sin quererlo, desató la acción independiente de las masas. Mientras los militares llamaban a no movilizarse, los trabajadores, las amas de casa y los estudiantes salieron a la calle, participando activamente en el derrocamiento del régimen.
La dirección del MFA, con el aval del PC y el PS, puso en el gobierno al general Spínola.1
Aún hoy, las conmemoraciones de la revolución enfatizan el papel de los “Capitanes de Abril”, ocultando que el proceso fue protagonizado, fundamentalmente, por la clase trabajadora y el pueblo enfrentando, incluso más adelante, el proyecto burgués del MFA y las direcciones traidoras de los partidos obreros que le fueron afines y tendiendo a crear los embriones de poder de los comités de obreros, los de soldados y los de vecinos.

”¡No Pasarán!”

El proletariado había pasado a la ofensiva y la clase dominante ya no contaba con el ejército para reprimir a las masas. Su principal ayuda eran el PC y el PS, que integraban el gobierno provisional, en la perspectiva de instaurar un régimen democrático burgués parlamentario.
El 1º de Mayo, la clase obrera irrumpe en la escena: los trabajadores de astilleros, los mineros, los de Firestone, etc., se movilizan por aumento de salarios y porque se expulse a los fascistas de las direcciones de las empresas. Inmediatamente se producen las primeras ocupaciones de fábricas y las primeras experiencias de control obrero.
Los trabajadores corean “Cunhal al gobierno”2, mientras el PS y el PC llaman a la moderación, planteando que el país atraviesa una difícil situación económica.
El gobierno, ante la revolución obrera en curso, empieza a dividirse. Mientras la derecha aboga por un gobierno presidencialista fuerte, salido de un plebiscito que ratifique a Spínola en el cargo, el MFA y los partidos obreros reformistas convocan a una Asamblea Constituyente. La maniobra de Spínola es derrotada y le cuesta su primer ministro, reemplazado por un miembro del ala “izquierda” del MFA. Pero no se echa a Spínola. Por el contrario, en el mes de agosto, un ministro del PC elabora una ley de huelga tremendamente restrictiva contra los trabajadores.
Los obreros del astillero Lisnave convocan a una manifestación que es prohibida por el gobierno provisional. Pero los soldados enviados para reprimir la manifestación son ganados por el proletariado y terminan abriéndole el camino a 20.000 trabajadores que se lanzaron a la protesta.
Mientras tanto, Spínola prepara el contraataque. En el mes de setiembre convoca a una manifestación contra el “caos”, con panfletos firmados como “la mayoría silenciosa”.
La respuesta de los obreros no se hace esperar: la noche previa a esa manifestación, organizan piquetes y barricadas al grito de “¡No Pasarán!”. Un ministro de gobierno declara que “con el fin de salvaguardar la paz y la tranquilidad entre los portugueses, esas barricadas deben ser levantadas inmediatamente, permitiendo así el tránsito de vehículos”3. Sin embargo, los obreros hacen caso omiso y las barricadas sólo se disuelven tras reiterados llamamientos del MFA a que retorne el “orden”.
Spínola es reemplazado por el general Costa Gomes. “La burguesía se había convencido de que, por el momento, no podía regimentar y derrotar al movimiento obrero y de masas. Por eso buscó entre sus servidores a un gran negociador, capaz de utilizar a la democracia pequeñoburguesa para desacelerarlo, frenarlo y, por último, derrotarlo.”4

La ”revolución rota”

Fortalecida por el triunfo de las barricadas, la clase obrera protagoniza asambleas, huelgas, ocupaciones de fábricas y casas de burgueses. En algunas empresas se impide el ingreso de los patrones y se controla la producción.
El 8 de febrero, las fuerzas especiales del COPCON5 son enviadas para contener una manifestación no autorizada por el gobierno. Pero frente a los obreros, los soldados levantan los puños al grito de “¡Marineros y soldados, también son explotados!”
La burguesía pierde la paciencia y prepara el tercer intento de golpe del 11 de marzo de 1975. Pero la respuesta de las masas otra vez es contundente: obreros y soldados se lanzan a ocupar fábricas y cuarteles.
La clase obrera sobrepasa a sus propias direcciones en la lucha: “Las ocupaciones de fábricas, predios, palacios e inmuebles –estos últimos, rápidamente transformados en clínicas populares, en centros de socorros mutuos, casas cuna, en lugares de recreación o de descanso o en sedes de organizaciones populares– han tomado por sorpresa a los partidos de la coalición (...), sin embargo, el PC y la Intersindical estaban perdiendo velocidad, mientras que las organizaciones y los comités de base consolidaban su contrapoder.”6
El gobierno se ve impelido a nacionalizar los sectores más importantes de la economía y a impulsar la reforma agraria. “Derrotada la reacción el 11 de marzo, probada la implicación de la banca privada, los trabajadores bancarios, orientados por el sindicato, prohíben a los ejecutivos entrar en las instalaciones. (...). Los trabajadores forman piquetes de vigilancia en todo el país y cierran los bancos. El día 13 entregan a la Asamblea del MFA pruebas del sabotaje económico de las administraciones.”7 Las masas, con un sano instinto de clase, apuntan a la defensa de los derechos democráticos ligándola, estrechamente, a la necesidad de barrer con la burguesía y a avanzar en los objetivos socialistas.
El MFA, ante el peligro que representan las masas revolucionarias, promulga la nacionalización de la banca ese mismo día y pacta con los partidos políticos que, aún después de la Constituyente, se les garantiza un papel preponderante en el poder, mientras expropian a las masas el control de las empresas e intentan institucionalizar las “asambleas populares” para controlar al movimiento. ¡Nada de dejar a las masas el control de sus propios destinos!
Los intentos de golpe habían fracasado, pero el imperialismo y la burguesía tomaron nota de la enorme radicalización social que se produjo. Fue entonces que el PS y el PC jugaron su rol decisivo para frenar la revolución y conducirla por los carriles de la democracia burguesa.
El 25 de abril de 1975 era la fecha fijada para las elecciones a la Asamblea Constituyente. El PS resulta el más votado; pero, poco después, a partir de una provocación montada por el PC y el MFA, es ocupado el diario República, órgano de los socialistas. Es que, mientras los socialistas apostaban a la derrota del movimiento de masas mediante la vía de una democracia burguesa parlamentaria, MFA y PC se inclinaban hacia una salida más bonapartista, basada en un gobierno fuerte que suprimiera las organizaciones independientes de la clase obrera.
Los militares se dividieron, entonces, en torno a esta decisión de Goncalves de apoyarse en el PC. Una fracción pide la dimisión del gobierno, a lo que se suma la derecha. Goncalves renuncia y asume el almirante Pinheiro de Azevedo, con el apoyo del PS.
Esta decisión provoca la reacción de los trabajadores que, en los meses sucesivos, protagonizan movilizaciones y huelgas. Al mismo tiempo, se producen manifestaciones masivas de soldados en Oporto y Lisboa.
De forma desesperada, ante el rumbo derechista del gobierno, los paracaidistas encabezan una rebelión el 25 de noviembre, que no es respaldada por la clase obrera que ya empieza a sufrir los efectos de la desmovilización propugnada por sus direcciones.
Aún así, la burguesía no pudo acabar con la Revolución de los Claveles mediante la contrarrevolución sangrienta. El temor al proletariado revolucionario está implícito en la salida “democrática” con la que la clase dominante tuvo que poner fin a este período, con la firme colaboración de las direcciones del PS y el PC.
El proletariado dio todo de sí, pero la “revolución rota” dejó grabada en la historia una lección: en Portugal faltó un partido revolucionario de la clase obrera que planteara la lucha decidida por un gobierno de las comisiones obreras, contra el gobierno de conciliación de clases del MFA-PS-PC.
Las generaciones futuras del proletariado mundial sacarán, sin duda, esta lección, al mismo tiempo que recordarán con rojos claveles a los heroicos obreros de Portugal, al son de Grandola, vila morena...

1 Spínola había participado en la guerra civil española con el franquismo y estaba ligado a la alta burguesía. Su objetivo era la modernización de Portugal, instaurando un régimen democrático parlamentario para integrar al país al Mercado Común Europeo y asociarse con éste en la explotación de las colonias. Pocas semanas antes del 25 de Abril, publica su libro Portugal e o futuro, que fue considerado de oposición y la dictadura lo destituye de su cargo. Así se ganó la simpatía de un sector de los militares del MFA que, junto al PS y el PC lo presentan como un héroe nacional.
2 Cunhal era el dirigente del PC.
3 Citado en La revolución rota, de Manuel Leguineche.
4 Nahuel Moreno: Revolución y contrarrevolución en Portugal, Cuadernos de Revista de América Nº 1, 1975.
5 Comando de Operaciones del Continente, creado por el MFA en el gobierno para imponer el orden interno.
6 LMD, junio 1975.
7 A. Cunhal, op.cit.

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