Presentación del libro Fornicar y Matar de Laura Klein, en el Centro Cultural Tinta Roja, La Plata, 23 de noviembre de 2006
Dice Laura Klein que la pregunta “¿Usted está a favor o en contra del aborto?” es una pregunta que excluye toda reflexión, eludiendo la complejidad del tema.
En el mismo sentido podría decirse que es imposible responder a la pregunta “¿Usted está a favor o en contra del libro de Laura Klein?”
Lo cierto es que, según la misma autora, hubo tantas feministas y luchadoras por el derecho al aborto a favor y en contra, como antiabortistas de toda laya que aplaudieron entusiastamente o bien se escandalizaron ante esta obra.
Porque la pregunta a favor o en contra del libro Fornicar y Matar excluye toda reflexión y elude la complejidad de esta obra que nos interroga, que desacraliza argumentos que considerábamos bien fundados y nos inquieta recordándonos que, cuando se trata de estrategias en debate, el discurso no es irrelevante, ni siquiera accesorio.
Será por eso que no puedo pronunciarme a favor o en contra de Fornicar y Matar, este libro que desde el título ya nos provoca y que la periodista y escritora María Moreno tituló un “manual de pensamiento radical”.
Pero si puedo decir que me ha provocado más preguntas que certezas, sin modificar por eso mi postura a favor de la despenalización del aborto. Algo que entiendo le sucede también a la autora.
Para Laura, la pregunta “a favor o en contra del aborto” que obtura la reflexión es, además, una pregunta que considera al aborto como una cuestión de principios y no como una experiencia. Y remite a una anécdota cuando en un debate televisivo las mujeres que habían abortado habían sido invitadas “no para decir lo que pensaban sino para testimoniar lo que habían hecho.”
Aquí ya tuve un interrogante: el aborto es una experiencia y, como tal, única, intransferible. Pero el derecho al aborto ¿no es acaso, algo diferente de una experiencia? ¿no se dirime, en el derecho, una cuestión de principios? El aborto es una experiencia, pero el derecho a que sea legal es otra cosa. Bien podríamos plantearlo como el derecho de las mujeres a no morir en la experiencia del aborto.
Si determinados principios no estuvieran en juego, el debate no estaría planteado entre personas e instituciones a favor y en contra. Lo cierto es que la experiencia del aborto no va por el mismo camino que el debate de principios. Y esto es lo que Laura expone en su más cruda realidad, incluso a riesgo de que su libro, como defensa de la legalización del aborto, resulte una calamidad. Algo que advierte desde la primera línea.
En el transcurso de la historia, desde tiempos inmemoriales, las mujeres han sabido proveerse de métodos anticonceptivos y han sabido realizarse abortos. Poniendo en riesgo su propia vida, siempre las mujeres que no han elegido ser madres, han tenido que tomar la decisión de abortar o no.
Pero una decisión, dice la autora, nunca es el producto de un razonamiento, sino que siempre es una encrucijada ética. En ocasiones, las mujeres podemos elegir no quedar embarazadas. Pero una vez embarazadas, por no haber podido elegir, por haber fallado en evitarlo o por las razones que fuere, proseguir con ese embarazo y tener un hijo o no, ya no es una libre elección sino una decisión que se debe tomar en el marco de una “libertad condicional”.
Y este análisis de Laura Klein sobre la decisión como una encrucijada y no como una libre elección me llevó a plantearme otro interrogante: ¿no es también una encrucijada ética la que plantean las miles de mujeres que mueren en el mundo por las consecuencias de los abortos clandestinos?
Quiero decir que, desde este ángulo, tampoco es una libre elección la de estar a favor o en contra del derecho al aborto. Porque el aborto es un hecho que ya se nos presenta en acto, impidiéndonos elegir libremente si queremos que exista o no. Laura señala algo que es contundente: “el aborto es ilegal, abortar es delito penal, pero las mujeres abortan igual. No tienen el derecho, pero tienen el poder.”
Así como las mujeres pueden engendrar, pueden abortar. Pero ese poder no implica libertad de elección. Podemos estar a favor o en contra del aborto, pero el aborto es un hecho innegable que no se atiene a los principios, ni a los códigos ni a las instituciones jurídicas, políticas o religiosas.
Por eso, está muy bien lo que plantea Laura y que yo conocía como una consigna del movimiento de mujeres “estar en contra del aborto no es estar a favor de la vida, sino a favor del aborto clandestino.”
Es esa dicotomía “aborto legal o aborto clandestino” la que debería estar en juego en los debates y no la otra, falsa dicotomía “en contra del aborto o a favor” que también suele traducirse, maliciosamente, como “a favor o en contra de la vida”.
Si el aborto es una encrucijada ética y no una elección, el Estado debiera garantizar que en esa encrucijada, las mujeres no sufran infecciones generalizadas, ni perforaciones uterinas, ni hemorragias, ni la muerte. Porque no podemos elegir, como sociedad, que exista o no exista el aborto. Tenemos que tomar decisiones sobre los hechos ya consumados. De la misma manera que una mujer embarazada tiene que enfrentar esa encrucijada ética (abortar o no abortar) sobre un embarazo ya consumado.
¿Cómo hablar de aborto sin hablar de embarazo?, se pregunta la autora.
Y es cierto, porque escindir el debate del aborto de aquello en lo cual se fundamenta es bastante sospechoso. Es que llevar el debate hacia el embarazo, nos obliga a debatir qué es la maternidad en nuestra sociedad, qué valores se le han adjudicado, por qué intereses, qué relación con el Estado y el modo productivo, etc.
Y cuestionarse la maternidad, ineludiblemente, conduce a pensar la situación social de las mujeres: los estereotipos inculcados, los destinos prefijados según las normas, las violaciones cotidianas y las violaciones ocurridas durante las guerras, la mercantilización de nuestros cuerpos, etc.
Y entonces, la propia pregunta de la autora “¿Cómo hablar de aborto sin hablar de embarazo?”, me provocó otro interrogante que entra en contradicción con algunos párrafos de Fornicar y Matar.
Dice Laura “Abortar es siempre una experiencia trágica también cuando una mujer no quiso ser madre y decidió abortar, se arrepienta más tarde o no.” Y ahí surge mi tercer interrogante: ¿es acaso la subjetividad que se juega en esa experiencia intransferible, independiente de la sociedad que interpreta, produce, legitima, confiere sentido, produce esa experiencia, ese deseo, ese no deseo, esa decisión, ese arrepentimiento, ese no arrepentimiento?
Creo que no.
La autora reconoce que la mujer “no eligió quedar preñada; está forzada ahora por esa falta de libertad original”. Pero esa falta de libertad original no es esencial, no es ontológica. La falta de libertad original no está inscripta en el cuerpo, anatomía no es destino y menos aún con el desarrollo alcanzado por la civilización humana. Esa falta de libertad nos habla de una situación determinada de opresión de un género.
Quizás sea posible una sociedad donde abortar no sea una experiencia trágica. O donde abortar sea una decisión en vías de extinción… porque no existirían las fallas de los anticonceptivos, ni la imposibilidad de acceso a los mismos, ni la violencia contra las mujeres, ni la ecuación mujer = madre…
Laura advierte, contra los discursos a favor del aborto que no se atreven a correr estos riesgos políticos que “no irritar, también tiene sus costos.”
Y vaya si lo sabemos quienes actuamos en política y quienes somos activas luchadoras por la despenalización del aborto en Argentina.
Aunque suene irritante, no habrá derecho al aborto en la Argentina si no es producto de la lucha de las mujeres, movilizándose de manera independiente del Estado, sus instituciones, el gobierno y los partidos patronales.
Aunque suene irritante, hay que decir también, que cierta izquierda no puede tener la hipocresía de pronunciarse a favor del derecho al aborto en los espacios de mujeres y esconder esta consigna en momentos como las campañas electorales, en los que considera que puede resultar demasiado “confrontativo” o “piantavotos”.
Lo que tiene de bueno el libro de Laura Klein que aquí presentamos es que sabe irritar a amigos y enemigos, corriendo el riesgo político de no ser “políticamente correcto”.
Dependerá de quienes lo lean saber sortear la irritación y proponerse el ejercicio de interrogar e interrogarse, de reflexionar sin eludir la complejidad, y arribar a nuevas y más sabias conclusiones que nos permitan ilustrar, fortalecer, mejorar y profundizar nuestra lucha por este derecho elemental a no morir, necesariamente, en una decisión que no podemos elegir con libertad.
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