"¿Quién dijo que cuatro gatos con unas cacerolas pueden detener una revolución?", se preguntó el presidente venezolano Hugo Chávez, aludiendo a los manifestantes derechistas que programaban marchar para pedir su renuncia.
Dos meses antes, en Honduras, con cacerolas diferentes, el Comité de Mujeres por la Paz exigía a su gobierno el derecho a la alimentación y no pagar la deuda externa.
Y finalizando el 2001, en Argentina, las cacerolas volvieron a la calle abriendo un debate. ¿Qué dicen con su ruido metálico?
Hay cacerolazos y cacerolazos
Muchos señalan que el cacerolazo tiene un origen tenebroso, refiriéndose a la "Marcha de las Cacerolas" que la derecha chilena organizó en diciembre de 1971 y en la que participaron cerca de 80.000 personas que protestaban contra el gobierno de Allende. Era la burguesía chilena que, mediante lock out patronal y bandas armadas empezaba a organizar el sangriento golpe pinochetista.
Pero no todas las ollas suenan igual. Depende de lo que quiera decir la clase media, principal impulsora de este tipo de protestas. Contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile, reclamaba represión y orden sangriento sobre los trabajadores. En otras oportunidades, sin embargo, su rebelión contra el gobierno sintonizó con el hambre y la bronca de los más explotados.
En el año 2000, durante la Marcha Mundial de las Mujeres, las brasileñas eligieron golpear sus cacerolas para denunciar la pobreza frente al edificio de la Bolsa de San Pablo. Las mujeres de los barrios populares de nuestro país, también solían usar los utensilios de cocina -en décadas pasadas-, para hacer ruido y "escrachar" la casa de hombres golpeadores y abusivos.
Y, ligado a la lucha por la subsistencia, durante los últimos años de la dictadura militar, se fue gestando un enorme movimiento de amas de casa que golpeaban ollas e incluso hacían huelgas de compras y concentraciones contra la carestía, bajo la consigna "el jueves no compre nada".
Su presencia fue muy notoria luego, en los "vecinazos" que llegaron a reunir hasta 20.000 personas en el partido de Lanús, a fines de 1982.
Baldosas y sachets de leche contra la policía
Los "vecinazos" contra el aumento de los impuestos municipales, llegan al enfrentamiento con la policía el 24 de noviembre de 1982, con consignas tales como "sube la papa, suben los limones y en la intendencia suben los ladrones" o "qué macana, pagamos los impuestos para mantener la cana". Todavía estaban los militares en el poder, por eso también se canta: "mandarina, mandarina, que los impuestos los paguen el ejército y marina".
Durante la movilización, una obrera -que no cobraba desde hacía siete meses- se abalanza sobre el intendente, mientras los manifestantes toman a dos policías como rehenes. Militantes del PC, la UCR y el PJ intentan calmar a la multitud con altavoz, pero son abucheados. La gente empieza a arrojar baldosas, expresando todo el odio contra la dictadura.
Jóvenes de entre 17 y 22 años son la fuerza de choque contra los policías. El resto prende fuego para mitigar los gases y busca piedras en las vías del ferrocarril para entregarlas a los jóvenes que resisten. Las mujeres ayudan tirando macetas, sachets de leche y bolsas de basura, desde los balcones.
Al día siguiente, el dictatorial gobernador de la provincia declara: "por un lado había un grupo de auténticos vecinos, pero por el otro había también un grupo de manifestantes que son realmente activistas de agitación."
Y todavía hoy seguimos escuchando la misma mentira que quieren hacernos creer para dividirnos...
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